Lucas 7:1-10
Cuando Jesús acabó de decirle al pueblo todo lo que quería enseñarle, se fue a Capernaum. Había allí un centurión
romano que tenía un esclavo al que quería mucho, que estaba gravemente enfermo y a punto de morir. Cuando oyó
hablar de Jesús, le envió un grupo de judíos respetables para pedirle a Jesús que fuera a su casa y le salvara la vida a
su esclavo. Ellos se dirigieron a Jesús sin pérdida de tiempo para transmitirle el ruego del centurión, y añadieron:
-Se merece que le hagas este favor, porque nos tiene afecto a los judíos y nos ha construido una sinagoga.
Jesús se puso en camino con ellos, y no estaba ya lejos de la casa cuando el centurión le mandó a unos amigos suyos
con otro recado:
-Señor, no te molestes en venir, porque no me merezco que entres en mi casa; y si no me he puesto en contacto
contigo personalmente ha sido porque no me considero digno. Lo único que te ruego es que des la orden para que mi
esclavo se ponga bien. Yo también sé lo que es la disciplina militar, y tengo soldados a mis órdenes. Si le digo a uno que
vaya, va; y a otro que venga, y viene; y a un esclavo que haga algo, y lo hace.
Jesús se llenó de admiración cuando oyó aquello, y se volvió a la gente que le seguía para decirles:
- ¡Os aseguro que no he encontrado a nadie que tuviera tanta fe en el pueblo de Israel!
Cuando los mensajeros llegaron a la casa se encontraron con que el esclavo ya estaba completamente restablecido.
El personaje central de este historia es un centurión romano. No era un hombre cualquiera.
(i) El mero hecho de que fuera un centurión indica que no era un cualquiera. El centurión equivalía entonces al coronel de
ahora; los centuriones eran la columna vertebral del ejército romano. Todos los centuriones que aparecen en el Nuevo Testamento
eran personas respetables (cp. Lucas 23:47; Hechos 10:22; 22:26; 23:17, 23, 24; 24:23; 27:43). El historiador Polibio
nos describe las cualidades de un centurión: «Debe ser, más que un militar temerario, uno que es capaz de mandar a la tropa,
firme en la acción y de confianza; no demasiado dispuesto a entrar en combate, pero cuando es necesario debe estarlo a
defender su posición y a morir en su puesto.» El centurión tenía que ser un hombre especial, o no habría podido conservar su
puesto.
(ii) Tenía una actitud muy poco corriente con su esclavo.
Amaba a su esclavo, y habría hecho lo que fuera necesario para salvarle la vida. La ley romana definía al esclavo como una
herramienta viva; no tenía derechos; su amo le podía maltratar y matar si quería. Un escritor romano recomienda a los terratenientes
que pasen revista a sus aperos todos los años, y que tiren los que ya están, v'os o inservibles, y que hagan lo mismo con
los esclavos. Era corriente abandonar a los esclavos para que se murieran cuando ya no rendían en el trabajo. Pero la actitud de
este centurión era fuera de lo corriente.
(iii) Era un hombre profundamente religioso. Tiene que haber tenido más que un interés superficial para construir una
sinagoga. Es verdad que los romanos consideraban que la religión era buena para mantener a la gente en orden; la consideraban
como el opio del pueblo. Augusto recomendaba que se construyeran sinagogas por esa razón. El historiador Gibbon dice en una
frase famosa: < Todas las formas de religión que existían en el Imperio Romano, la gente las consideraba como igualmente
verdaderas; los filósofos, como igualmente falsas, y los magistrados como igualmente útiles.» Pero este centurión no era un
administrador cínico, sino un hombre sinceramente religioso.
(iv) Tenía una actitud muy poco corriente hacia los judíos.
Si los judíos despreciaban a los gentiles, los gentiles odiaban a los judíos. El antisemitismo no es nada nuevo. Los romanos
decían que los judíos eran una raza asquerosa, y consideraban su religión como una superstición bárbara; hablaban del odio que
tenían los judíos a toda la raza humana; acusaban a los judíos de adorar a una cabeza de burro y de sacrificarle todos los añosa
un gentil. Es verdad que muchos gentiles, cansados de los muchos dioses y de la baja moralidad del paganismo, habían aceptado
la doctrina judía de un solo Dios y la ética judía austera; pero el trasfondo de este relato implica un sincero lazo de amistad entre
el centurión y los judíos.
(v) Era un hombre humilde. Sabía muy bien que a un judío estricto le prohibía su ley entrar en la casa de un gentil (Hechos
10:28), de la misma manera que le estaba prohibido dejar entrar a un gentil en su casa o tener ningún trato con él. Por eso no fue
directamente a Jesús, sino que les pidió ese favor a sus amigos judíos. Este hombre tan acostumbrado a mandar era
sorprendentemente humilde en presencia de la verdadera grandeza.
(vi) Era un hombre de fe. Y su fe estaba basada en los argumentos más sanos. Razonaba del aquí y ahora al allí y entonces,
de su propia experiencia a Dios. Si su autoridad producía resultados, ¡cuánto más los produciría la de Jesús! Tenía la perfecta
confianza del que mira hacia arriba y dice: «Señor, yo sé que puedes hacerlo.» Si tuviéramos una fe así, nos sucederían milagros
y la vida sería nueva.
Nenhum comentário:
Postar um comentário